viernes, 6 de diciembre de 2024

PABLO NERUDA

 

 

  

 

Algunas bestias

 



Era el crepúsculo de la iguana.

 

Desde la arcoirisada crestería

su lengua como un dardo

se hundía en la verdura,

el hormiguero monacal pisaba

con melodioso pie la selva,

el guanaco fino como el oxígeno

en las anchas alturas pardas

iba calzando botas de oro,

mientras la llama abría cándidos

ojos en la delicadeza

del mundo lleno de rocío.

 Los monos trenzaban un hilo

interminablemente erótico

en las riberas de la aurora,

derribando muros de polen

 y espantando el vuelo violeta

de las mariposas de Muzo.

Era la noche de los caimanes,

la noche pura y pululante

de hocicos saliendo del légamo,

y de las ciénagas soñolientas

un ruido opaco de armaduras

volvía al origen terrestre.

El jaguar tocaba las hojas

con su ausencia fosforescente,

el puma corre en el ramaje

como el fuego devorador

mientras arden en él los ojos

alcohólicos de la selva.

Los tejones rascan los pies

del río, husmean el nido

cuya delicia palpitante

atacarán con dientes rojos.

 

Y en el fondo del agua magna,

como el círculo de la tierra,

está la gigante anaconda

cubierta de barros rituales,

 devoradora y religiosa.

 

 

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