viernes, 6 de diciembre de 2024

DANIEL ARELLA

 


  

 

Elegía a las manos de mi padre

 

a Antonio Arella, mi padre, y Droopy, mi perro

 

 

 

Y si Dios está lejos

Tan lejos

como yo de los míos

Y si Dios es lo incalculable

y tú eres lo más cercano que puedo pertenecerme

Hoy que no hay

nadie

sino un bosque y la lluvia y tus ojos, Padre

tan lejos

de Todo

es decir, tan cerca de Mí

Que puedo predecir la vida en el polvo

como una crepitación que aúlla entre nuestros dos corazones negros

como el carbón, como la sangre de las bestias derramadas sobre las rocas de los sacrificios

corazones de ángeles que el musgo disimula

a la deriva de la lluvia

cuando todos se van

y yo me quedo con ella

en cada gota

en cada poro que debo a las muertes inmerecidas

o merecidas

No importa

Somos los mismos aún en la nada

Y si la nada es nuestra

Somos los últimos en esta tierra que amaron a un Dios más desnudo que tus manos

 

Más desnudo que mis ojos

cayendo desde mi madre al suelo

desde el suelo a mi hermana

desde el infierno a mí

 

Me contuve aún hoy de meterme bajo la tierra a bendecir los minerales

De amasar las raíces que te buscaban en la noche a ver si no habías muerto

lejos de tu tierra

Como yo ahora más triste que Droopy

alcanzo a escribir para ti

esta suerte

de ser apenas un ángel o un árbol quebrado bajo la sangre de todos los cielos

 

Padre, no hice mucho

es cierto

me hundí como la pena

y el surco del agua cotidiana

que no cede a mi bondad

y a la tuya

 

Pero más cierto que tu alegría

es mi suerte alabada por la soledad de los nuestros

Hoy, último, sin fondo

más lejos que                                   ahora

que me oculto bajo el revés de tus manos

puedo decir que soy igual:

pero más ciego

y menos vivo, un poco

más entero desde las cosas

que nos olvidan

y nos dejan ese sabor a ceniza

o a relámpago

que en nuestra cabeza fue esa estrella

la última

 

Hoy sé que nuestra tristeza es una estrella

y que, aunque muerto yo

brillo por tu entrega a la sencilla emancipación

de la angustia

al tormento perfecto que invisible

me es omnipresente para seguir

y verte reír

a través de mis escombros cristalinos

 

Hoy, como yo, un antes

mañana te veré, aunque siempre

idéntico a la verdad que me cautiva

Cuando todos se van con la lluvia

y un cielo idéntico a tus ojos

me oculta

de los soles orbitantes que no mueren

ni con tu furia

ni con tu maldición

ni con tu rabia

ni siquiera con tu nostalgia

Padre

aunque hoy, yo soy ayer

Tú eres mañana siempre

Después de mí

Lo que nunca morirá

Lo que nunca podrá apagar

esta muerte mía vertical en las rocas

Río congelado desde arriba

desde la última cabeza de musgo

donde un relámpago cae para unirnos

como una estalactita reventando mi sombra en dos

 

Hoy, desde la fuga

con este ron a la inversa

casi idéntica a la luz de afuera sonrojada por nuestros anhelos

porque la causa es la casa

empezada desde tus pies

hasta el pecho que alumbra

las ventanas ambulantes por donde miro caer la lluvia

y sostengo, a la vez, toda esta soledad

casi tan pequeña como Uruguay

o más pequeña que Uruguay

tal vez

igual de grande que tus manos

hechas para empuñar la luz

última de mis huesos

hechas para construir

los peldaños que me quedan

desde los ojos hasta el primer sueño

igual al cielo que contiene nuestra sangre

 

Hoy, desde la oscura sierpe

bendecida por la sed azul de sabernos nuestros

unidos opuestos a Dios

somos el espejo roto de sus milagros

porque en cada pedazo existe un lugar

aunque último, de ser felices

 

Hoy, Padre, desde más acá de la esperanza

mi corazón es igual a tus manos:

Llagadas, cicatrizadas, abiertas

Vueltas a abrir como un libro

o cerradas como los caminos de la sangre

perfectas para herir o amar

que es lo mismo

Mi corazón es la sombra antigua de una herida

como los nuestros de Cleto

olvidados en las orillas

eternas de esa Italia

más cercanas que una canción o un beso

 

Hoy Padre, aunque menos muerto

de este poema nacido de la lluvia

Quiero decirle Gracias

Gracias por haber parido esta voz

Por haber hecho feliz a mi madre

Por hacer triste a mi hermana

Porque su tristeza es la verdad rumorosa que el río esconde

 

Padre, hoy la belleza me saluda

como si la lluvia me mereciera

como si la sangre que me atraviesa desde el fin hasta mi muerte

me dictara este poema idéntico a tus manos

perfecto como un cielo de Sol.

 

 

De: “El Arcángel

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