Elegía
a las manos de mi padre
a Antonio Arella, mi padre, y Droopy, mi perro
Y si
Dios está lejos
Tan
lejos
como
yo de los míos
Y si
Dios es lo incalculable
y tú
eres lo más cercano que puedo pertenecerme
Hoy
que no hay
nadie
sino
un bosque y la lluvia y tus ojos, Padre
tan
lejos
de
Todo
es
decir, tan cerca de Mí
Que
puedo predecir la vida en el polvo
como
una crepitación que aúlla entre nuestros dos corazones negros
como
el carbón, como la sangre de las bestias derramadas sobre las rocas de los
sacrificios
corazones
de ángeles que el musgo disimula
a la
deriva de la lluvia
cuando todos se van
y yo
me quedo con ella
en
cada gota
en
cada poro que debo a las muertes inmerecidas
o
merecidas
No
importa
Somos
los mismos aún en la nada
Y si
la nada es nuestra
Somos
los últimos en esta tierra que amaron a un Dios más desnudo que tus manos
Más
desnudo que mis ojos
cayendo
desde mi madre al suelo
desde
el suelo a mi hermana
desde
el infierno a mí
Me
contuve aún hoy de meterme bajo la tierra a bendecir los minerales
De
amasar las raíces que te buscaban en la noche a ver si no habías muerto
lejos
de tu tierra
Como
yo ahora más triste que Droopy
alcanzo
a escribir para ti
esta
suerte
de
ser apenas un ángel o un árbol quebrado bajo la sangre de todos los cielos
Padre,
no hice mucho
es
cierto
me
hundí como la pena
y el
surco del agua cotidiana
que
no cede a mi bondad
y a
la tuya
Pero
más cierto que tu alegría
es
mi suerte alabada por la soledad de los nuestros
Hoy,
último, sin fondo
más
lejos que ahora
que
me oculto bajo el revés de tus manos
puedo
decir que soy igual:
tú
pero
más ciego
y
menos vivo, un poco
más
entero desde las cosas
que
nos olvidan
y
nos dejan ese sabor a ceniza
o a
relámpago
que
en nuestra cabeza fue esa estrella
la
última
Hoy
sé que nuestra tristeza es una estrella
y
que, aunque muerto yo
brillo
por tu entrega a la sencilla emancipación
de
la angustia
al
tormento perfecto que invisible
me
es omnipresente para seguir
y
verte reír
a
través de mis escombros cristalinos
Hoy,
como yo, un antes
mañana
te veré, aunque siempre
idéntico
a la verdad que me cautiva
Cuando
todos se van con la lluvia
y un
cielo idéntico a tus ojos
me
oculta
de
los soles orbitantes que no mueren
ni
con tu furia
ni
con tu maldición
ni
con tu rabia
ni
siquiera con tu nostalgia
Padre
aunque
hoy, yo soy ayer
Tú
eres mañana siempre
Después
de mí
Lo
que nunca morirá
Lo que
nunca podrá apagar
esta
muerte mía vertical en las rocas
Río
congelado desde arriba
desde
la última cabeza de musgo
donde
un relámpago cae para unirnos
como
una estalactita reventando mi sombra en dos
Hoy,
desde la fuga
con
este ron a la inversa
casi
idéntica a la luz de afuera sonrojada por nuestros anhelos
porque
la causa es la casa
empezada
desde tus pies
hasta
el pecho que alumbra
las
ventanas ambulantes por donde miro caer la lluvia
y
sostengo, a la vez, toda esta soledad
casi
tan pequeña como Uruguay
o
más pequeña que Uruguay
tal
vez
igual
de grande que tus manos
hechas
para empuñar la luz
última
de mis huesos
hechas
para construir
los
peldaños que me quedan
desde
los ojos hasta el primer sueño
igual
al cielo que contiene nuestra sangre
Hoy,
desde la oscura sierpe
bendecida
por la sed azul de sabernos nuestros
unidos
opuestos a Dios
somos
el espejo roto de sus milagros
porque
en cada pedazo existe un lugar
aunque
último, de ser felices
Hoy,
Padre, desde más acá de la esperanza
mi
corazón es igual a tus manos:
Llagadas,
cicatrizadas, abiertas
Vueltas
a abrir como un libro
o
cerradas como los caminos de la sangre
perfectas
para herir o amar
que
es lo mismo
Mi
corazón es la sombra antigua de una herida
como
los nuestros de Cleto
olvidados
en las orillas
eternas
de esa Italia
más
cercanas que una canción o un beso
Hoy
Padre, aunque menos muerto
de
este poema nacido de la lluvia
Quiero
decirle Gracias
Gracias
por haber parido esta voz
Por
haber hecho feliz a mi madre
Por
hacer triste a mi hermana
Porque
su tristeza es la verdad rumorosa que el río esconde
Padre,
hoy la belleza me saluda
como
si la lluvia me mereciera
como
si la sangre que me atraviesa desde el fin hasta mi muerte
me
dictara este poema idéntico a tus manos
perfecto
como un cielo de Sol.
De: “El
Arcángel”
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