La
elipsis en la flor
escucho
las risas de mi padre y mi madre
escucho
la respiración de este teclado;
la indicación de que algo desfallece apunta
hacia la puerta
lo
negro se cierne sobre el umbral
los pies evanescen
hay un animal soñando
(es el
particular gusto a miedo)
“el
animal que sueña”…probablemente es una dispersión de mí
como el primer llanto sobre una mano
ondas
de aire en las cumbres
el rostro desvanecido a la mitad:
el río arrodillado que hierve sobre una boca infinita
escucho
el pálpito frío del piso
escucho
todo mi entorno,
y comprendo que hay algo que no me pertenece:
algo que no me puede signar como alguien
(la dirección que señala el aire, n
a d a )
el
revés del ojo es una vorágine de siluetas radiando
todo
eso es un amor nuevo, supongo
el amor incierto,
ese no-retroceder, sino alzarse sobre unos dientes:
la creencia postrada sobre el rito,
y el rito inclinado ante la cotidianidad
[el Sol sonriendo en un cuenco]
alguien
me dijo que solo escribo para mi
¿pero cómo puedo escribirme si no me veo?
la luz es vista y ceguera, una ardiente y blanca oscuridad
estoy tratando de devolver(me), de
regresar a ti
soy
un gazapo en su cubil
(el aire que me cierne es la hostilidad que desconoce la ternura de la tierra)
este páramo es frágil,
ensombrecido de tanto brillo, de tanta dicha
el
costado del llanto roto alienta al cuello
el
puño retuerce el sigilo de la bestia:
la sutileza de la raíces ha enrojeciendo mi sangre
[ahora lo noto, todo está
tendido en la pureza del vacío]
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