Con
ochenta pesos
puedo
comprarme un café en Starbucks
o
comerme unos tacos afuera de cualquier
estación
del metro —incluso hasta darme el lujo de dejar propina—
Podría
pagar una sola entrada al cine, pero en día de promoción
o
dar limosna a todos los que alcancen aunque no alcance.
Comprarme
un paquete de galletas, un litro de helado y ver la película pirata de El
diario de Bridget Jones
y
así unirme a la desgracia amorosa
de
todas las mujeres.
Puedo
emborracharme
con
ochenta pesos
comprando
una botella de licor barato que represente esta jodida tristeza.
También
podría comprar
un
paquete de cigarros sin filtro y fumarme todos mis recuerdos.
O
regalarle unas flores a mi ex e ir corriendo a buscarla
y
decirle que me perdone,
que
estoy arrepentido.
y
sentirme satisfecho.
O
podría bajarme del camión
y
regresarle el monedero a la señora que estaba a mi lado.
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