El sueño de Adriana
Habita
al pie de la nubada montaña,
en cuyas cimas
descollan los
yarumos.
Mientras
Adriana duerme en su cabaña,
a
través de la ventana
los hilos de luz
sobre su cama posan delicados,
como
con la misma delicadeza
con que la pijama la cubre.
A su
costado izquierdo
dormita una loba negra,
a la
diestra una cierva joven;
el cobertor de lana cae al piso,
debajo reposan un zorro y un conejo.
Cuando
en las primeras gotas
se anuncia la dulce
lluvia,
Adriana
recoge sus hombros
para abrigarse en el sueño.
El viento
bate las cañas
y las espigas
ondean,
frente
a su rostro la lluvia arrecia,
envolviendo en su vientre
praderas
y colinas.
Lupa
bosteza
y
Cerinea una vuelta se da.
En
el momento que escurre el tiempo
sobre el frío
tejado,
de modo fugaz cae granizo.
Tras de sí el
silencio.
El
cielo se despeja,
relucen
de nuevo las colinas,
una garza surca el horizonte,
Adriana
despierta y me pide café.
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