Fiduciaria
Tiemblo
cuando oigo hablar de dinero
(hay un sonido de heces fecales que nadie advierte)
me sonrojo. El pulpero, el traficante de bienes, el comisionista, el
tecnócrata,
el banquero, el carnicero, el narcotraficante,
el
asaltante…
Diestras arañas en su tela esperando siempre la presa.
Ese olor de papel mal oliente lleno de tinta de imprenta los domina y los
gobierna.
Pierdes cualquier sentido de parentela, nexo de amor, fraternas
relaciones estrecha amistad.
Todo lo desfasa el muy poderoso caballero.
(Cómo
prefiero y envidio la vida de las sabandijas serpientes o
leones
cuyo primario instinto es vivir, sobrevivir y reproducirse pero no
el de hacer dinero, amasarlo, acariciarlo con
quien
acarrea el domo de un biselado cráneo
preguntándose:
“Tengo dinero existo, No tengo no soy”)
Escribir
un poema transgrediendo la blancura útil del papel
no reporta ni siquiera para el litro de leche del hijo
que comienza a dar el primer paso.
No tiene ningún valor de cambio
ni en el recital ni en el periódico donde lo publicas.
Invaluable cero improductivo.
El
presidente en su discurso de toma de posesión prometió todo menos cultura
(cuesta y no produce, pensó)
Habrá
Kioskos de cibernética, Mac Donalds y empleos para todos,
dijo
tozudamente
chupándose la martillada boca de anciano sin cualidades.
Que
un hombre escriba signos para mantener el decoro del
lenguaje
no vale nada todavía en un Estado Cimarrón.
La Nueva Era. La Cibernética de la pobreza.
Un Plan Nacional de Desarrollo a 25 años de plazo cuando el sapo
eche
cola.
¿Es que el poema erigido contra la usura de los mega salarios, el
desempleo y la marginación constante
florecerá… circulará de mano en mano
como aurífera inesperada moneda?
Julio, Sept- 03
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