La
campana de cristal
Los
suicidas van buscan cualquier innominado lugar para recojerse definitivamente
porque
en el mundo no hay lugar para ellos: sólo la marginal fosa, el desierto, el
estanque,
la
estepa, el fondo del mar pueden cobijarlos.
Silvia
Plath, encontró temprano refugio en una campana de cristal que inventó a su
medida,
campana
cuyo aire terminó angustiándola; comenzó entonces a acopiar píldoras, a tener
fantasías
de muerte pasando revista a los más sofisticados métodos de auto-inmolación.
El
hara-kiri le pareció ideal, el rito perfecto, la autoseducción.
En
busca tal vez de la daga ritual, después de una noche de charla e insomnio en
casa,
a
las seis de la mañana dejó pan con mantequilla y leche en el cuarto de sus
niños.
Cerró
la puerta y ventana de su cocina y después de taponear bien las rendijas con
toallas
destapó el horno de la estufa, metió su cabeza y abrió la llave del gas
violentamente.
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