La muñeca Barbie
Esta
niñita nació como de costumbre
y le regalaron muñecas que hacían pipí
y estufas y planchas GE en miniatura
y pintalabios de caramelo de cereza.
En plena pubertad, un compañero le dijo:
tienes la nariz grande y las piernas gordas.
Era
sana, probadamente inteligente,
poseía brazos y espalda fuertes,
abundante impulso sexual y destreza manual.
Iba de un lado a otro disculpándose.
Pero solo veían una narizota sobre unas piernotas.
Le
aconsejaron que se hiciera la tímida,
la exhortaron a que se animara,
haz ejercicio, dieta, sonríe y seduce.
Su buen carácter se desgastó
como la correa de un ventilador.
Así que se arrancó la nariz y las piernas
como para devolverlas a la fábrica.
En
el ataúd, expuesto sobre un velo de satén
yacía con el maquillaje de la funeraria,
la nariz respingona de masilla,
vestida con un camisón rosa y blanco.
Qué bonita se ve, decían todos.
Por fin la consumación.
Un final feliz para cualquier mujer.
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