La
inspiración de San Mateo
Muchos cuerpos de santos que habían dormido
se levantaron; y saliendo de los sepulcros,
vinieron a la Ciudad Santa.
Mateo 27: 52-53
En
una pequeña capilla de Roma, a un costado del altar mayor, cuelga La
inspiración de San Mateo. Es una humilde mesa al óleo, donde el evangelista
comparte con la voz eterna; en los ojos del santo no jadean las fieras. Ni se
faja con chacales por el fémur de un poema.
No
pretendo escuchar la voz del Caravaggio: lo que busco es la omisión del ángel.
Hacer vibrar una cuerda inamovible. ¿Quiénes son esos cuerpos que se levantaron
cubiertos, como besos salvados del Gehena? Acaso lo que el amor adeuda da
figura, por eso la manía de huir de los sepulcros.
El
ángel no propuso mi nombre en la sagrada escritura, lo encuentro disperso en
los libros de poesía. Mi biografía es un anagrama del paraíso perdido. La
omisión del ángel es un silencio violento. Como un dolor de oídos. Como otro
anagrama: oídos — o Dios, como un dolor de Dios.
En
un país lleno de balas es mejor estar detrás del lienzo. Si no tuviera velado
el rostro advertirían que mi corazón camina en busca de la Ciudad Santa. La
búsqueda será mi forma de la resurrección. Escuchar al hombre en ausencia del
ángel. Sostener su palabra en el vacío.
De:
“Omisión del ángel”
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