El
secreto del ventrílocuo
La
vida ha sido un edificio en obras
Joan Margarit
Nunca
acabaste de contar tu historia.
Siempre
se interponía alguna otra
en
medio de los dos:
…a
propósito de esto hubo un derviche
que abrió una tienda cerca de mi barrio…
cuentos
del mar, residuos de la noche.
…¿recuerdas
a Graciela,
aquella joven música argentina?
Yo
siempre preguntaba
por
ese verso agónico, invisible
que
anidaba en tu lengua
y tú
siempre escapabas con aquel
…conozco
un zahorí.
Lleva a su amada dentro de un bolsillo
y es dulce en un paisaje de manzanas…
batir
de alas
en
forma de suceso irrenunciable.
Se llama Trinidad
y cuenta ciento doce primaveras…
Hace
ya un año que te despediste.
Llovía.
Hacía frío. El cementerio
era
un final en obras
que
no estaba a la altura de tu vida.
Yo
sé que no era amor ese intercambio,
sin embargo
tengo que confesar
que
hoy he vuelto a tu casa
—no
ha sido nada fácil,
tus
muñecos y mi ánimo cedieron
poco
después que tú—
en
busca del final que me negaste,
a
encontrar tu lugar en mi pasado.
No
hay acierto posible
ni
error en nuestras huellas.
Cada
renuncia, cada decisión
también
fue una victoria.
De:
“El arcón de los títeres”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario