jueves, 1 de mayo de 2025

MELCHOR LÓPEZ

 

 

 

La paz, en Braga

Para Antonio y Mari Ramos

 

 

Posiblemente fuera por el frescor desprotegido de la piedra. O por el hálito de novicia de la brisa que soplaba en el jardín descuidado. O por el canto de los pájaros que tejían minuciosos las arañas de la tarde. O tal vez fuera por ver a aquella anciana diminuta, encogida en su cuerpo derrotado, aquella anciana, portuguesa de tan pobre, que rezaba sola en la iglesia de los Congregados. O tal vez fuera por las campanas que resonaban con sus ritmos semejantes dentro de la campana del aire. O porque mi espíritu estaba en vilo, recogido, envuelto en su misterio interior, dispuesto a dejar sonar su escondida arpa al más ligero roce. Debió ser por todo esto por lo que me asaltó la paz en Braga. Debió ser por todo esto, y por algo más, algo irreductible al conocimiento, por lo que la paz, insospechadamente, me asaltó en Braga; la paz que apaciguó durante unas horas mi exaltado espíritu y me hizo estar en conformidad con todo: con dios, el mundo y los hombres, este mundo que creó un dios y que destruyen los hombres, los hombres que son y no son de dios.

 

 

De: “Según la luz”.

 

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