miércoles, 7 de mayo de 2025

LUIS BAGUÉ QUÍLEZ

 

 

 

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El mar sigue su curso,
su dis-

curso.

Sé flotar en el agua. Estoy hecho de corcho.
Corteza de alcornoque. Quercus suber.
Solo crecen en el Mediterráneo.
Viven más
que el brazo que descarga el primer golpe.

Mis bisabuelos entran en la estrofa.

De la extracción manual al producto acabado.
La cadena como perpperpetuum mobile.

Nadie pensaba entonces en paneles aislantes.
Nadie pensaba entonces en las tablas de surf.

Solo tapones.
Un millón de tapones cada día:

en botellas de vino y en botellas de cava,
en el blanco espumoso y en el champán francés,
en corcho natural y aglomerado,

lo que sobra tras triturar, prensar, pulverizar.

Los Estados Unidos, Argentina y Australia
son las nuevas franquicias.
El mar se hace pequeño.

Nadie pensaba entonces en la tuberculosis.

Nadie pensaba entonces en tapones sintéticos.

Desembarqué en Escocia.
Fundé el vapor y el barco de vapor.

Medí la longitud de todos los océanos.

En pulgadas el mar,
en millas la tormenta,
las potencias del alma en megavatios.

Un hijo de mi tiempo:
la pieza en el troquel y el defecto de fábrica.

 

 

 



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