Con la hoja del
periódico empapada
por un llanto larguísimo y feroz,
la mujer tapa el día, los cristales,
las losas de cerámica, las puertas,
los techos enlutados y ofendidos.
De las letras de molde se destila
un agua negra como un río de odio
que pudre las manzanas del frutero
y reseca la albahaca, el corazón.
Los peces que dormían en el frigo
se escarchan y fracturan en esquirlas,
y los espejos sangran lentamente
un río de odio denso como el mal.
Con la tinta viscosa y empalada
por las fotos de presos iraquíes
en la prisión llamada Abu Ghraib
y el rímel de su set de maquillaje,
la mujer forma un unte oscurecido
que adorna y hace largas sus pestañas.
Cuando ella se apresura y sale al mundo,
la gota de agua negra se desborda
despacio por el blanco lacrimal.
De: “Atavío y puñal”
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