Poesía
Eres
la compañía con quien hablo
de
pronto, a solas.
Te
forman las palabras
que
salen del silencio
y
del tanque de sueño en que me ahogo
libre
hasta despertar.
Tu
mano metálica
endurece
la prisa de mi mano
y
conduce la pluma
que
traza en el papel su litoral.
Tu
voz, hoz de eco,
es
el rebote de mi voz en el muro,
y
en tu piel de espejo
me
estoy mirando mirarme por mil Argos,
por
mí largos segundos.
Pero
el menor ruido te ahuyenta
y
te veo salir
por
la puerta del libro
o
por el atlas del techo,
por
el tablero del piso,
o
la página del espejo,
y
me dejas
sin
más pulso ni voz y sin más cara,
sin
máscara como un hombre desnudo
en
medio de una calle de miradas
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