Fuegos fatuos
Esposo:
Quiero cerrar los ojos,
entre la oscuridad buscar la nada.
Hallar en mis despojos
la libertad soñada:
no puedo desclavarme tu mirada.
Esposa:
Pero no son tus cruces
más que de dioses mártires y mías.
A imagen me reduces,
altar donde me expías
es tu mirar rezándome elegías,
eternas, como llagas
que han de doler por más que resucite
de tantas muertes vagas.
Cristiano es el desquite;
un fin sin fin de ojos sin remite.
Al último suspiro,
difusa entre lo humano y lo celeste,
le contaré que aspiro
a Ti, que desde el Este
me elevas como un dios tras esta peste
de inmendables errores,
de taliones corruptos y de atilas
cuidándonos las flores.
Mientras de arañas hilas
con sedas de mi alma en tus pupilas.
Esposo:
Me das el Universo
por un gran verde-miel caleidoscopio
igual por el reverso.
Igual parece propio
tu espejo de quimera, igual mi acopio
de fuerzas resistentes
a otra visión daltónica del Mundo.
Pero el iris son lentes
y aumentan en profundo
el bicolor mosaico en que me hundo,
el mar de algas que mecen,
que lentamente rozan, ciernen lento
y acariciar parecen
como amoroso viento
hasta cegar el cuello, el pensamiento.
Esposa:
De agua extrasalada
se escuece tanto valle, pudre, anida
muertos de tanta nada.
Ojos cavando herida.
Sangra paloma inútil concebida
sin alas y sin tacto.
Cree que en el horizonte será un ave,
allí, en lo más abstracto
después de ti. No sabe
que ni siquiera existe aunque lo alabe
como tú apenas eres
frontera imaginaria de amor-llanto
aunque estás, los difieres,
pero ellos mientras tanto
a escondidas reflejan, mezclan canto.
Esposo:
Quiero cerrar los ojos...
y entre la oscuridad también advierto
tus dos infiernos rojos,
los soles de desierto
secando y agrietando el pecho abierto.
Esposa:
Se apaga, se silencia,
se va desmoronando y se hace trizas
cada brizna de esencia;
me esparces, me atomizas,
requemas, desintegras las cenizas.
Esposo:
Quiero cerrar los ojos,
entre la oscuridad buscar la nada.
Hallar en mis despojos
la libertad soñada:
no puedo desclavarme tu mirada.
Esposa:
Pero no son tus cruces
más que de dioses mártires y mías.
A imagen me reduces,
altar donde me expías
es tu mirar rezándome elegías,
eternas, como llagas
que han de doler por más que resucite
de tantas muertes vagas.
Cristiano es el desquite;
un fin sin fin de ojos sin remite.
Al último suspiro,
difusa entre lo humano y lo celeste,
le contaré que aspiro
a Ti, que desde el Este
me elevas como un dios tras esta peste
de inmendables errores,
de taliones corruptos y de atilas
cuidándonos las flores.
Mientras de arañas hilas
con sedas de mi alma en tus pupilas.
Esposo:
Me das el Universo
por un gran verde-miel caleidoscopio
igual por el reverso.
Igual parece propio
tu espejo de quimera, igual mi acopio
de fuerzas resistentes
a otra visión daltónica del Mundo.
Pero el iris son lentes
y aumentan en profundo
el bicolor mosaico en que me hundo,
el mar de algas que mecen,
que lentamente rozan, ciernen lento
y acariciar parecen
como amoroso viento
hasta cegar el cuello, el pensamiento.
Esposa:
De agua extrasalada
se escuece tanto valle, pudre, anida
muertos de tanta nada.
Ojos cavando herida.
Sangra paloma inútil concebida
sin alas y sin tacto.
Cree que en el horizonte será un ave,
allí, en lo más abstracto
después de ti. No sabe
que ni siquiera existe aunque lo alabe
como tú apenas eres
frontera imaginaria de amor-llanto
aunque estás, los difieres,
pero ellos mientras tanto
a escondidas reflejan, mezclan canto.
Esposo:
Quiero cerrar los ojos...
y entre la oscuridad también advierto
tus dos infiernos rojos,
los soles de desierto
secando y agrietando el pecho abierto.
Esposa:
Se apaga, se silencia,
se va desmoronando y se hace trizas
cada brizna de esencia;
me esparces, me atomizas,
requemas, desintegras las cenizas.
Esposo
& Esposa:
Las tiras a los ojos
para que observe bien: yo soy la nada.
Ni tan sólo despojos
ni libertad vetada.
Una mota de polvo en tu mirada.
Las tiras a los ojos
para que observe bien: yo soy la nada.
Ni tan sólo despojos
ni libertad vetada.
Una mota de polvo en tu mirada.
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