sábado, 18 de junio de 2016

MIGUEL GONZÁLEZ GERTH




Mar antiguo




Una mujer contempla un mar antiguo.
No es algo prehistórico
sino un sentimiento casi eterno.
Una bahía con barcos cuyas velas
pespuntean la tarde.
Un horizonte que se reconoce a sí mismo
en la mano gentil que lo saluda.
¿Bienvenida o despedida?

El horizonte se refleja en la bahía
más allá de donde los barcos con sus velas
pespuntean la tarde.
La mujer eres tú,
como ya se había prefigurado.
Indiferente no, cautelosa cual reciente,
miras hacia un exterior que no es ajeno,
un mar horizontal que ya conoces
porque una vez lo recibiste entero.

Y ahora, desde una ventana,
casi detrás de una cortina,
un velo sigiloso,
atisbas aquello que representa lo perdido
y lo que aún queda por venir:
la vida que desespera a las gaviotas,
las olas con su espuma que ligeras se rompen
en la playa,
y por la noche, después de haber mirado,
después de haber enviado aquel saludo
silencioso,
la eternidad de un firmamento marinero
en que los astros cumplen su función
por fin no eterna pero sí grandiosa.

De dentro afuera miras,
de fuera adentro sientes.
El velo, la cortina apenas delimita
la tensión, la frágil intención
de tu mirada.
¿Qué miras? ¿Qué buscas en un término
de lejanía que no distingue nadie,
en un tramo de mar que se quedó allá lejos,
en los años locos del crepúsculo?
Yo creo, como poeta casi detective,
con la certeza de un hombre que confía
en sus firmes intenciones,
en sus inventos de vana analogía,
opino, por decir al fin ya casi nada,
que buscas lo que ya buscaste entonces,
lo que buscaste en aquel tiempo irresoluto y vago,
más allá de las seguridades prometidas.

Buscas lo mismo, amor mío, mirando sólo,
atisbas desde lejos, desde la protección
de tu ventana lo que antes saludaste
ingenuamente,
jugando tus pies con las espumas,
tus manos con las olas,
tus ojos con el verde azul de la osadía.

Buscas lo mismo cautelosamente,
detrás del velo protector de la cortina,
porque la vida ha sido y ha pasado,
y sólo así sabemos lo que pasa,
sólo así sabemos lo que es vida.
Y, sin embargo, aun así queremos recibir
y luego despedir
lo que sólo se vive en la mirada.

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