Queja de las almas jóvenes censuradas
Nos dan
un lirio y una navaja
Y un
alma para ir a la escuela
Y un
letrero que promete
Raíces,
tallos y corola.
Nos dan
un mapa imaginario
Que
tiene la forma de una ciudad
Y un
reloj y un calendario
En los
que no consta nuestra edad.
Nos dan
el honor de maniquí
Para
dar cuerda a nuestra ausencia.
Nos dan
el premio de ser así
Sin
pecado y sin inocencia.
Nos dan
un barco y un sombrero
Para
hacernos un retrato.
Nos dan
entradas para el cielo
En
escena en un teatro.
Nos peinan
los cráneos yermos
Con las
pelucas de los abuelos
Para
que jamás nos parezcamos
A
nosotros cuando estamos solos.
Nos dan
un pastel que es la historia
De
nuestra historia sin enredo
Y no
nos suena en la memoria
Otra
palabra para el miedo.
Tenemos
fantasmas tan educados
Que nos
dormimos en su hombro
Sueños
vacíos, despoblados
De
personajes del asombro.
Nos dan
la tapa del evangelio
Y un
paquete de tabaco.
Nos dan
un peine y un espejo
Para
peinar a un macaco.
Nos dan
un clavel en la cabeza
Y una
rosa en la cintura
Para
que el cuerpo no parezca
La
forma del alma que lo busca.
Nos dan
un ataúd hecho de hierro
Con
embutidos de diamante
Para
organizar ya el entierro
De
nuestro cuerpo más adelante.
Nos dan
un nombre y un periódico
Un
avión y un violín.
Pero no
nos dan el animal
Que
clava los cuernos en el destino.
Nos dan
marineros de cartón
Con
sello en el pasaporte.
Por eso
nuestra dimensión
No es
la vida. Ni es la muerte.
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