No es nada, no temas, es solamente América
Cuando
supe
(Porque
yo soy así, aquel que se levanta
a
golpes, se desentierra, se pone el cuerpo
que
dejó en la silla, la esperanza que ya no
le
servía sino como una mala dentadura,
y
sale, más bien se saca, para ver cómo han ido
los
días de allá afuera, cómo sigue la insolente
estatua
de los dictadores, casco arriba y casco
abajo,
animal de baraja, poniéndose mala
madre
por su cuenta, mala hostia en el verano
enamorado,
mala piedra en su rocío, su memoria,
sólo
para que tropiece el desterrado, caiga
apenas,
a duras penas, crea que se equivoca,
que
no tiene razón en su raíz)
me
desperté
asustado.
En dónde estoy, grité, después
de
tanto esfuerzo, hasta cuándo
es
antes todavía, cómo me llamo
entonces,
para qué me llamo.
(Porque
todo
olía
a siempre, a sufrimiento viejo, muerte
de
ayer que no valió de nada, absurdo
en
que han quedado restos de la telarañada
cena,
y todavía, todavía hay que poner
la
mesa, camareros, perezosos profetas
consuetudinarios,
ponerle voluntad al pan,
servir
el desayuno de los pobres, sin tanto
regresar
a hoy, error de fecha, digo,
y
tantos siglos sin lavar la servilleta.)
Y
no pude seguir desaprendiendo a pura
historia,
y no pude apretarle el cinturón
al
corazón para que aguante. Mejor nos fuimos,
prójimo
y yo, a rehacer lo roto, los vestidos,
a
preparar las vísperas.
Aún
no he vuelto
y
no sé cuándo volveré a morir: no tengo tiempo.
De: “Yo me fui con tu nombre
por la tierra”
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