sábado, 16 de noviembre de 2019

JULIO TRUJILLO




Bipolar



Una mitad se para en las cornisas,
asoma las falanges
y sacia en ese imán su sed de abismo.

La otra mitad hipotecó las rótulas,
evita los perímetros,
se para en la certeza del aquí.

Una se crece en el incendio,
ama la muerte como los coleópteros
adoran su reflejo en una flama.

Otra se dora bajo un sol anémico
que sólo sabe conquistar el gris
con rachas de amarillo.

Una ya te enlazó por la cintura.

Otra se tarda en redactar su amor
por la escritura.

Una pone el olfato y clava el dardo.

Manda un mensaje la otra
que va de la cabeza hasta las puntas,
sigue el rastro,
fija el tiro,
suelta el dardo:
es fiel al instructivo que se adjunta.

En el trasluz verdeamarillo de las hojas
se pierde una mitad
mientras la otra
lamenta no ser bosque.

Una conoce las alturas,
desciende en grandes y pausados círculos,
la está peinando el aire y silba nítido.

La otra mitad afila el pico,
olvida el vuelo porque está quebrando
los huesos de la liebre
que aún no apresa.

Una mitad es voluptuosa y crece
como la sed,
como un correoso tallo que posterga
la flor definitiva.

Otra mitad desbroza para andar,
se abre un camino
pero no lo encarna.

Templa sus élitros el grillo para todos, para nadie:
se pasma una mitad,
la otra lo busca,
sigue buscándolo,
ansía encontrar la fuente de la música.



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