El hombre de la tristeza
Se
diría que Pedro se come a sí mismo poco a poco.
Se
diría que se gasta por dentro y que pronto va a disolverse bruscamente, en una
última convulsión.
Su
piel parece muy frágil, y como el único asiento de su vida.
Porque
en su interior hay tan sólo noche y aridez.
Su
sangre, su corazón, su dignidad, están en esa piel que se esfuerza por
conservar intactos los rasgos de Pedro.
Pedro
sólo existe en sus rasgos más sombríos y ahuecados, con una nuca saliente que
lo traiciona.
Toda
la tristeza de Pedro está inscrita en su nuca. Una nuca nacida para la
tristeza.
Antes,
Pedro tenía cuello, pero no tenía nuca.
Mezclado
con la multitud, no se lo ve; pero si se vuelve, su presencia estalla. El
hombre de la tristeza ha llegado. Humilde y fatigada, la nuca se pasea. Ella,
la indecente, revela, explica todo lo que el rostro ha logrado ocultar.
Ése
es el pobre Pedro.
Version de Aldo Pelligrini
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