Deslumbrada
Frente a la luz
—incandescente— reflectores, cámaras. El desfile, la moda, los hilvanes del
vestido. Fénix levantas, traspiés entre los velos, harapos de antigüedad en la
piel. Descreída o turbia, cabalgas tus pasos, pasarela, borde, quieres lo basto
sin lo sutil. Ese incólume andar aquieta la herida del vientre en llamas, el
infierno atormentándote hasta el juicio. Montaña, llanura, un valle completo
para guardar el olvido como gajo cayendo del fuego. Gajos de lumbre, de luz en
pequeñas luciérnagas abatidas, hacia la nada juntas en incienso. Confundes una
milésima parte con el todo, anonadada vas, deslumbrada por bisutería y telas
fosforescentes. Sin alma. No gritas, no suplicas: modelas belleza pero caes. No
mendigas. Aguardas la riqueza. Todas las criaturas presentes y futuras que has
sido pasan por el espectro de tu figura en llamas. De perfil y de frente eres
mil personas, un cuerpo y un corazón: con fuerza defiendes la levedad de tu
color y tu forma: cada vez mayor, crecida, total. Por eso te maldigo. Y sigues
por la alfombra roja.
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