Hechos de la lluvia
Treinta
y seis horas bajo el imperio
y
una fe agotada por la furia.
Se
llevó los cerros hasta el mar, los recintos
de
palo y canto instalados
entre
un error y otro, la iglesia
y
a cristo aéreo y luminoso. Se llevó
el
penúltimo fracaso general
de
esta remota tierra
revolcado
en su colmado paraíso.
Y
no apareció, el día después,
su
nombre.
Sólo
la húmeda calle y el macilento perro
con
su cola neurótica.
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