La
bailarina en el estanque
A Tania Pérez-Salas
Reclinada,
a flor de agua, tenue, grácil,
suspendida de una nota dulcísima,
con la frescura de la brisa al alba,
como un soplo de sol, la bailarina
comienza su misterio, su fantástico
don de convocar otras presencias
con la cadencia dúctil de su cuerpo.
La
bailarina emerge de las aguas,
náyade, bayadera, ondina, diáfana
figuración de la armonía, y crea
en la imantada magia de la escena
un espacio virtual, un instante único
donde todos nos vemos reflejados.
La
bailarina se levanta y brilla
en medio del estanque como un chorro
de luz o un ara de oro, un deslumbrante
racimo de emociones, rasgos, formas:
manantial de presencias y recuerdos.
Se yergue, gira, avanza, se desliza,
como una brisa líquida es su danza.
La
tersa ondulación del agua lleva
un espejo a sus pies, para que guarde
la imagen duplicada de sus pasos,
el equilibrio de sus movimientos,
la perfección de su danza lustral.
La bailarina es un árbol de espejos,
una columna de irisados brillos,
un ciprés de cristal, agua delgada,
una vasija en que se vierte toda
la seducción de la figura humana.
La
bailarina crea un instante único:
agita la cabeza: el pelo entonces
traza una orla de diáfano rocío,
un haz resplandeciente, una galaxia
de minúsculas gotas expandidas:
el cosmos en un arco translúcido.
Sobre
la superficie del estanque,
suspendida entre el cielo y el agua, anda
la bailarina en una tierra mágica.
¿Es de agua el cuerpo de la bailarina?
El nácar de las ondas no la deja:
como un eco la sigue y la procura
enamorado de su plenitud.
La
bailarina: sí, lumbre del agua.
Su danza es una imagen de la vida
que surge de las aguas y que vuelve
al regazo nutricio del comienzo,
al agua que nos lava y purifica.
La
figura que traza en el espacio
–pareciera danzar sobre el abismo–
sugiere en su belleza el jeroglífico
de la ardua libertad: es agua suelta,
sensación y reflejo. Es el espejo
donde nos contemplamos, agua viva,
antes que el pasajero, ávido tiempo
nos sumerja de una vez para siempre
en las fluctuantes aguas del olvido.
Conciencia inextinguible de la muerte,
fulgor de la memoria fugitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario