sábado, 1 de enero de 2022

RODOLFO USIGLI

 

 

Testamento

 

 

En la agónica gota de un reloj cuya máquina
he descubierto en vano, voy captando la huella
del tiempo en esta trampa de lodo y de ceniza
que soy. Yo mismo ahora ya no recogería
los restos de mí mismo que han dejado el silencio
la espera, las mujeres y la angélica
curiosidad de mí mismo hasta el crimen mismo.
No me atrevo a poner ya las manos sobre mí
ni aún en la sombra por lo que el tacto me revelaría
de llagado y de oscuro en mi materia.
No me atrevo en la noche a preguntarme nada
por no hallar en mi oído la respuesta del eco,
de la repetición de otro reloj.
Y no resistiría verme al espejo por miedo
a mi piedad estéril y terrible
que caería sobre mí mismo.
Sólo las huellas de estas gotas del tiempo en mi ceniza,
la mecánica sangre sistemática,
mis vellos que se erizan en esta tormenta
de la soledad desencadenada como una seca lluvia.
Sólo la indiferencia
de un Dios que no me castiga todavía
y que me envuelve en una ahumada pausa
de niebla. Sólo el desprecio de olvidarme
como un objeto desarticulado
en una amarga música
en un silencioso vino
en una luz opaca.
No me quedaba ya más que un silencio
en que tenderme, en que soñar. Y ya lo he roto.
Y las palabras, todas las palabras
con que lo perforé de extremo a extremo
han partido de mí y no podría repetirlas siquiera
aún huecas, aún metálicas, aún muertas.
Y no me queda ya del tiempo
más que esta gota agónica y eterna
que cae sobre mí de todos los relojes,
que parecen maquinarias de cera.
Y perdido el silencio, y la palabra,
hago este testamento
para dejar al viento lo que queda de mí,
testigo mudo y lejano de mí mismo,
sombra de soledad, sombra de espera.

 

 

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