8 de
octubre de 2023
Por las víctimas
de la injusticia en Palestina,
a ambos lados de la distancia.
Por la vida, por la libertad, por la paz,
desesperadamente.
Es
domingo,
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de la mañana donde estoy. En Palestina
se
abre
la
tarde
como
una flor carnívora,
a
misiles y altas murallas;
a
las estelas de un azul furioso;
a
las fauces de las largas agonías y
las
muertes sin historia ni testigo.
Los
cartógrafos eternos del luto están de
faena;
agitan
bisturíes
encorvados
como Pollock
sobre
un
lienzo
enorme.
Pintan
un bello paisaje de gotas y lágrimas
de
piedra cristal,
luces
que arañan
lo
más profundo oscuro,
fulminan
tendederos
de ropas, calles,
conciertos,
escuelas, el plan de mediodía,
la
búsqueda de escape, el deseo residual de vivir,
el
sueño de saltar la muralla sin mayor ambición
que
saltar la muralla;
el
sueño de saltar la muralla sin mayor ambición
que
saltar la muralla;
el
sueño de tener un hogar,
y no
muralla,
el
sueño de tener un hogar,
el
sueño de tener un hogar,
el sueño
de tener un hogar.
La
esperanza es eterna,
pero
no pertenece a todos.
La
vida ocurre mientras pasa.
La
vida es eterna cuando no hay esperanza
de
que acabe la tarde
cuando
la tarde viene acompañada de una noche
que
parece sin fin,
y la
mañana continua la noche,
y la
tarde sigue a la mañana,
y
hay que
navegar
nueve
veces más
rondando
los cuerpos
que
los cartógrafos usan
para esbozar la
distancia.
¿Y
qué a morir a un lado u otro
de
la distancia?
Estigios
y flegetontes y ciénagas
son
para siempre la distancia.
Decretos
de desierto y oscuridad
son
la distancia dibujada en el lienzo.
El
lienzo es toda la tierra y todo el cielo.
La
luz que el cielo derrama sobre las casas es bella, el polvo que llena el
cielo
cuando su luz baña las casas es bello.
Los
cartógrafos miran excitados
la
desnudez de la piedra;
su
éxtasis
es
el éxtasis del viento
que
cierra los ojos
y
deja caer el polvo de las casas.
¿Y
qué a nacer camino a la distancia?
En
la misma ciénaga caerán todos los polvos.
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