El
asunto con los duraznos
Como
duraznos en almíbar
con
las manos, mientras lloro.
No
sé si el dulce calma o exaspera
mi
llanto, mi búsqueda, pero la suavidad
de
los duraznos, lo fácil que es
despedazarlos,
despellejarlos,
desollarlos,
hace
que sea más cómodo respirar,
a
pesar de los mocos, por la boca.
¿Cómo
es que soy capaz de devorar?
¿No
que estoy muy triste?
No
he sabido cuidar: estos duraznos lo confirman.
¿Qué
fue lo último que comí
y
qué fue lo primero?
Pienso
que debería comerme esta fruta
con
agradecimiento
y no
con sed de venganza.
¿De
quién me desquitaba cuando
no
comía durante días?
¿A
qué correspondencia retorcida contestaba
cuando
vomitaba todo lo que había comido
mientras
pensaba en mi abuela que murió
por
la aspiración accidental de líquidos
o
sólidos por la vía aérea?
La
comida no está para ir y volver por los caminos del oxígeno.
No
entendí nada acerca de los estados de la materia:
puedo
inhalar en vez de exhalar,
y un
pedazo de cáscara de durazno puede acabar conmigo.
El
asunto con la comida no es exactamente ese,
tiene
que ver con el olvido de la primera cosa.
Olvidé
regar las plantas, darle de comer a la perra,
llamar
a mi madre.
Cuidar
este cuerpo podría ser
tan
sencillo como ser la madre
de
estos duraznos y no su verdugo.
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