Samsara
El
maestro dice que los pensamientos son como nubes.
Van
y vienen arrastrados por el viento del deseo.
“No
te distraigas con el humo que perturba
la
clara serenidad de la mente.
Deja
que como pájaros
se
acerquen, canten y se marchen.
Obsérvalos
y no te lamentes
si
al día siguiente las ramas de los árboles
se
te revelan desnudas,
sin
hojas y sin aves.”
Veo
al maestro perderse tras la cortina de bambúes,
él
también es pájaro y nube,
tumbo
de ola que se deshace en la orilla.
Entonces
vuelvo al único pensamiento al que me aferro,
mi
particular y delicioso samsara:
recordar
tu espalda desnuda
que
contemplo cuando despierto,
ver
el sol dibujando el contorno de tus nalgas
y
escuchar el gemido de tu bostezo
instantes
antes de girarte y descubrir
que
te recorro con la mirada.
Sé
que el maestro diría
“la
forma es vacuidad
y la
vacuidad es forma”
pero
hay un vacío que solo colma tu imagen,
y no
me importa si mañana regreso
como
reptil
insecto
o demonio lujurioso,
al
menos, en un intervalo
del
doloroso ciclo de la vida,
tú y
yo nos hemos encontrado
como
gotas de rocío
suspendidas
de
una hoja de otoño.
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