La
sed que nos separa
Solo
hay silencio en esta habitación.
Siento una soledad tan infinita
que dudo de si existo.
No acierto a conocerme.
No percibo ni el eco de mis pasos.
Me descubro en el fondo de un profundo vacío
donde ya no me aguarda ni el auxilio de Dios.
Él está destruyendo todo en mí.
Sin embargo, me ahoga
una sed innombrable
que me arrastra despacio hasta un triste destino.
Esta sed infinita,
a la que tan en vano me abandono,
ni siquiera me sacia con su impulso constante,
pues
tan solo conduce a seguir más sediento
de tu clara presencia.
Esta sed que es mi escudo,
mi último bastión, mi único sendero conocido,
me separa de ti.
Llévatela, muy pronto, mi Señor,
que no quiera aferrarme a su desdicha,
y quede libre para ir a tu lado
con la fe verdadera del que no tiene nada.
De: “El
canto del Ney”
No hay comentarios:
Publicar un comentario