Fabla viril
Pasolini
me ha hecho leer y yo lo quiero
como
al padre que nos señalaba la página perfecta
los
canales venecianos y el capitel corintio
la
belleza de la rama de glicinas
que
cae sobre el muro y evocamos
una
mañana neblinosa al ir a clase
sin
saber la lección
las
manos ateridas y los pies mudos
sobre
las baldosas húmedas, desparejas.
Me
hace leer Pasolini esa página
y yo
le agradezco en silencio
acompañado
por su sombra
y su
mirada de padre que no quiso ser patrón
pero
voló por olímpicas alturas.
Me
contagia un ensalmo evolvente
para
soportar el recuerdo
de
aquellas mañanas impiadosas
y los
atardeceres turbios
de
regreso a la casa del amor arrinconado.
Y
Pasolini no estaba todavía
para
decirme: muchacho,
esto
pasará, ya tendrás
tus
horas de sueño y de vigilia ensoñada,
aguanta
el invierno de la infancia,
yo te
miro y a mi modo te cuido.
Y
aunque no lo dijera aún
yo
oía su voz en otras bocas,
en el
aire adverso
se
abría un canal amistoso
con
el piano que me devolvía
una
paz ignorada,
rescoldo
que siento en mi pecho
tantos
años después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario