viernes, 3 de enero de 2020

RAQUEL VÁZQUEZ





Hiroshima



El tiempo en Hiroshima avanza en bicicleta.
Cíclicamente en los parques florecen
rosas y rayos gamma.
Un niño pedalea a lo largo del Ōta
con barba encanecida.
Otro juega al balón, no teme aún al cielo.
Una anciana recuerda la seda del yukata
derramada en las manos de su madre.
Febrilmente una joven hace el cómputo
de camisas radiactivas, palomas
blancas ante su ingreso por primera
vez en un hospital.
Un peatón se detiene.
Está azul el semáforo. Entrecierra
los ojos para ver, cree ver. Avanza.
Cruza un pájaro la rueda del sol
sin saber de los tarde.
Sin saber del dolor o de los nunca.
La bomba atómica sigue cayendo.
Sólo vemos la luz,
no cómo nos quemamos.


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