Carta
Yo,
sí -¿Pero y la estrella de la tarde, que subía y descendía
de
los cielos cansada y olvidada?
¿Y
los pobres, que golpeaban las puertas, sin resultado, haciendo
vibrar
la noche y el día con su puño seco?
¿Y
los niños, que gritaban con el corazón aterrado?: “¿por qué
nadie
nos responde?”
¿Y
los caminos, y los caminos vacíos, con sus manos extendidas
inútilmente?
¿Y
el santo inmóvil, que deja a las cosas continuar su rumbo?
¿Y
las músicas encerradas en cajas, suspirando con las alas
recogidas?
¡Ah!
–Yo, sí –porque ya lo lloré todo, y despedí mi cuerpo
usado
y triste,
y
mis lágrimas lo lavaron, y el silencio de la noche lo enjugó.
Pero
los muertos, que enterrados soñaban con palomas ligeras
y
flores claras,
y
los que en medio del mar pensaban en el mensaje que la playa
desplegaría
rápidamente hasta sus dedos…
Pero
los que se adormecieron, de tan excesiva vigilia –y que yo
no
sé si despertarán…
y
los que murieron de tanta espera… -y que no sé si fueron salvados.
Yo,
sí. Pero todo esto, todos estos ojos puestos en ti, en lo alto
de
la vida,
no
sé si te mirarán como yo,
renacida
y desprovista de venganzas,
el
día que necesites el perdón.
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