Acta
I
La
vagina de Sara cumplió sesenta años, penetraciones, un
giro,
apenas el sentimiento
de
sentir el rasponazo, así
suena
(sonaba) cuando
descorchan,
once varones,
cinco
hembras, nueve
nacieron
de pie, el resto no
alcanzó
la veintena: todo
el
mundo muere en edad
provecta,
dicen (decían)
los
chinos.
Hoy
cumple años la muerte, óyela comer candela, óyela cómo
duerme:
en el machote
aparecen
los datos (ya,
borrosos)
nombre y
apellidos
hasta la
segunda
generación
(unas
treinta y tantas
sílabas
con el montonazo
de
signos diacríticos al
modo
checoslovaco):
edad,
dirección (anterior
a la
actual) señales
visibles
(ya no) causa y
por
qué no consecuencia
de
defunción. Estado civil.
Cuño.
Sellos. En efectivo.
El
vuelto aún su retintín al
golpear
la mesa apolillada
del
señor funcionario en
mangas
de camisa, su corbatín
ofendía
nuestros sentimientos,
sin
embargo se le pagó sin
embargo
no dejó de cobrar.
A mí
su nieta o nieto todavía me huele la casa a pastel de guayaba
recién
horneado manos de
hojaldre,
Sara. Raja Sara
caja
Sara baja Sara. Las
cosas
que Piaget descubría
nos
las había contado Sara.
A la
mesa, entre muertos y
vivos,
éramos (unos) treinta.
Sara
a la cabecera, ochenta
años,
un poco ida, un poco
tiesa,
hierática sonrisa. Algo
desconchinflada.
Búcaros de
minutisas.
Faroles chinos,
cajas
de comida japonesa:
———-bento.
Y Sara me repetía
al
oído, bento. Viento. A
bientôt.
Y nos reíamos. Su
nieta
o nieto preferido
(tortillerito
mío susurrábame
al
oído, parejera): aplaudieron
los
muertos, los once vivos se
le
tiraron al salmón ahumado.
Comed,
comed, que vienen
tiempos
malos.
Y vi
que Sara se persignó, se llevó la mano derecha a la cabeza
(tocada
por la peluca) (sotto
voce,
Sara se rapaba) juntó
(namasté)
las manos: por
si
las moscas hay que creer,
repartir
a los moribundos
entre
los dioses, empezó a
llover.
Primero una llovizna
de
nada entreverada de ceniza,
arreció,
menos agua, más polvo
y
óxido, agua frígida, ceniza
idéntica
en color y textura al
verdín
original (Génesis). Y
nos
llevamos a Sara en andas.
A
Sara y el salmón, las cajas
a
medio consumir de jengibre
en
salmuera, pescados (tres
clases)
crudo, fideos fríos
(soba)
los vasos vaciados de
vino.
Entramos. Entre cuatro
candiles
la depositamos sobre
el
jergón de heno tundido
(mullido)
de una cosecha
primigenia.
Y fueron llegando.
Primero
los animales. Se
acomodaron,
de hinojos. Luego
el
Pregonero, ¿hay alguien en
casa
que entienda arameo? Y
nada
de Reyes prosternarse a
los
pies de Sara. Le cerraron
los
ojos, la ayudamos a vestir
disfraz
carnal, ley última salir
bailando
con su insoluble
careta
de la resurrección
———————-tapándonos
el rostro.
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