jueves, 14 de octubre de 2021

EMILIA PARDO BAZÁN

 


 

Romance

 

 

Gitana la morenita,
la de los ojos de fuego,
la de las trenzas oscuras
la del pie tan pequeñuelo,
dime, dime la ventura
que ha mucho que no la tengo,
que si desdichas dijeras
ya me sobran con exceso;
pero ventura, la niña,
de ti tan solo la espero.
—El paje, dadme la mano.
El paje del rubio pelo
y de los ojos azules
y del continente apuesto,
¿paje seréis de algún conde
o de un noble caballero?
¿Hijo de algún hijodalgo
de los ilustres del Reino?
—Del conde de Rivadavia,
de Rivadavia y de Lemos
soy el paje favorito,
de niño me recogieron,
la condesa en su regazo
me crió de pequeñuelo;
más me quiere que a la imagen
que está encima de su lecho,
más que a su brial bordado,
más que a su azor rapiñero.
—¿Qué deseas, pues, el paje,
paje del Conde de Lemos?
—Estoy herido de amores
y por amores me quejo;
que de la hija del Conde
he visto los ojos negros
que tienen en sus fulgores
llamaradas del infierno—.
Andad con cuidado, el paje,
huid de los ojos negros,
y de las damas ilustres,
que en tu mano estoy leyendo
que eres hijo del ilustre,
del noble Conde de Lemos,
que doña Elvira es tu hermana
y que tu amor es un sueño.
¡Adiós!— Y huyó la gitana
dejando al paje suspenso,
y aquella noche ahorcado
de su ventana en los yerros
apareció el rubio paje,
paje del Conde de Lemos

  

De: “Gota perdida en el inmenso mar”

 

 

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