A mi
izquierda hay una puerta turquesa y a mi derecha, una
mesa de
carnicero.
Encima de ti un corazón
late en la nieve.
Cuando te describí el escenario de mi obra, un espacio
más vívido para mí
que el recuerdo
de la casa de mi infancia, te
cambió la
cara.
¿Qué te hizo saber que algo se había terminado?
Esa nube en tus ojos
me asustó.
En ese momento comprendí que eras un lobo
capaz de devorar
mis entrañas
si las dejaba a la vista.
Como era de esperar, la imagen de un corazón
extirpado del cuerpo
apareció
en el siguiente poema que escribiste.
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