miércoles, 21 de octubre de 2020

FERNADO CHARRY LARA

   

 

 

El verso llega de noche

 



En la ciudad de bruma la fiesta

de las noches es un bosque

de cabelleras oscuras y de estrellas.

 

Turbándome con sus pálidos dedos de rocío

como entre los amantes sorpresivas palabras,

su silencio enloquece las plazas solitarias,

las calles, los ámbitos callados

por donde pasa el aire misterioso de siempre.

 

Es el rumor, las alas

como ala anochecer la sombra

de una cabellera en las manos.

Es el rumor vagando entre vientos,

entre lúgubres vientos

en que sollozan luces

y espejos de la ciudad nocturna.

 

Es el rumor, las sílabas

que nacen y llevan una canción

al corazón que sueña,

una canción, las sílabas

creciendo en medio de la niebla

o tal flor desnuda bajo la lluvia,

(nunca hemos amado tanto, nadie

sabrá decir que hemos amado tanto

en una noche.

En nuestro corazón resuenan los horizontes

y resuena también la vecindad de la tierra.)

 

El verso silencioso fue en la noche,

el verso claro fue el instinto

bajo ruda corteza o piel amarga.

El verso, palabras ceñían los cuerpos

delgados de las mujeres,

sus claros cuerpos bajo la luna

suspendidos en la música,

sílabas ceñían sus cuerpos

como voces ardientes, como llamas.

 

En un árbol de lluvia que gime al viento

sus canciones,

sube la sangre en río sollozando ligera

y soporto encendida la tristeza de un grito

largamente tendido en medio de la noche.

 

De la noche sedienta, de la innúmera noche,

de la noche que guarda

los deseos como sombras,

de las dolorosas, mudas sombras amadas,

sombras de los deseos

sombras de un antiguo amargo silencio.

Amargo, sí, errante silencio en que no queda

sino el poema en la noche,

como recuerdo herido por el filo de un beso.

 

 

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