Diafanidad
Sereno
el esplendor de nuestro júbilo
en
la urdimbre de oros vesperales;
lino
tus manos, sedas el murmullo
de
la canción y la ternura errantes.
Callada
melodía del coloquio...
Mi
corazón, nostálgico velamen;
tu
corazón, velero migratorio,
mecidos
al arrullo del instante.
Y
los deseos como rosas vagas,
y
la caricia como una ave ciega,
dulcemente
quedándose asomadas
a
ti como al brocal de una cisterna.
Toda
distante, toda en mí te llevo;
dora
la bruma tu presencia cándida,
y
sobre el césped de un azul silencio
la
noche compasiva nos enlaza.
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