miércoles, 21 de octubre de 2020

CARLOS LÓPEZ NARVAEZ

  

 


Diafanidad

 


 

Sereno el esplendor de nuestro júbilo

en la urdimbre de oros vesperales;

lino tus manos, sedas el murmullo

de la canción y la ternura errantes.

 

Callada melodía del coloquio...

Mi corazón, nostálgico velamen;

tu corazón, velero migratorio,

mecidos al arrullo del instante.

 

Y los deseos como rosas vagas,

y la caricia como una ave ciega,

dulcemente quedándose asomadas

a ti como al brocal de una cisterna.

 

Toda distante, toda en mí te llevo;

dora la bruma tu presencia cándida,

y sobre el césped de un azul silencio

la noche compasiva nos enlaza.

 

 

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