Había
nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto...
Había
nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que
fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en
aquel tiempo.
Y
en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el
fuego.
Al
pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie
punzó.
Mas,
en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una
a cada boca.
Y
sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y
nunca la eligió.
De: "La liebre de
marzo"
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