Poeta en el Edén
No,
Señor,
nunca
huiré del Paraíso, tengo en mí
la
leche eterna de los padres y los hijos,
y
escribo poemas para la nostalgia.
No,
Señor,
nunca
seguiré el rumbo imprudente
de los
cuatro ríos, el que impele a los nautas
hacia
el mar de monstruosas criaturas.
Habían
podado las ramas de oro
que
brillaban en el árbol de la vida.
Y ahora
me llaman como almas.
No,
Señor,
nunca
comeré del árbol prohibido.
Apreté
tantas veces en mi mano
las
frutas suculentas. Aspiro
los
perfumes seductores,
—Et d´autres, corrompus, riches et
triomphants—
Nada
sabes de mis íntimos
paraísos
artificiales, y te ofrezco las costillas
húmedas
y turgentes
para
que sigas modelando al mundo
mientras
duermo.
Soy un
niño inmenso
escribiendo
dócilmente en el barro del Edén.
Tengo
un muñeco de porcelana blanca.
Balbucea.
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