jueves, 24 de junio de 2021

ESTHER GARBONI

 

 


Verano de 1930, vuelta a casa

(Homenaje a Vicenta Lorca Romero y a mi madre)

 


Y se comió con piel la Gran Manzana,

a grandes lametazos, viendo, triste,

el flujo de la sangre en las aceras,

dolorosas sin luto y sin un nombre,

mercantiles, impúdicas, borrachas…

 

Compró una aurora rota en Wall Street,

oyó a la tierra fermentar de asco,

tomó fotografías de los ecos

que el ruido crucifica en las vidrieras

y calculó desproporciones áureas

en las formas que toma la obsesión

por lo excesivo. No quería un mundo

tan grande, ni tan hondo un mar. Cedió

a tanta desmesura. Tomó un taxi.

 

Y ha vuelto, sin maletas, a la vega,

al tiesto de arrayán, al pozo sabio.

Desgranando certezas, a la sombra

de un patio de geranios, me ha pedido

un vaso de agua fresca para el alma

y en su silla de anea y de paciencia

me ha dejado el relato de su andar.

 

Vendrá un definitivo y negro agosto

quebrando juncos, de dolor tiñendo

los campos bajo un sol apocalíptico,

pero ahora… Silencio, no despierten,

con su curiosidad y sed de lunas,

no al hombre, sino al niño que dormita

soñando, al aire libre, con jazmines.

 

De: “A mano alzada”.

 

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