viernes, 20 de mayo de 2016

MARINA CENTENO




A progreso



Sabe a sal el viento blanquecino
entre las desgreñadas palmeras inclinadas por el tiempo.
El viejo mar. ¡Incansable viajero!
Proveedor de sueños prolongados e inciertos
que dejan estela de espuma en cada brecha que surca el marinero.
Hay en ti un intangible sentimiento de titán invencible y soberbio,
de inquebrantable quietud que surge de tu alma de Hidalgo caballero.
Impávido, transcurre el segundero del reloj para dejar huella en las venas
de tu cuerpo costero….
¡Ay de esas horas gloriosas!,
que en el pecho hicieron mella en forma de dolor y de lamento
aquellas voces iracundas que clamaron sustento.
Te han lacerado el alma los ruegos del servil hipócrita que en la porfía,
sembró la incertidumbre en un pueblo vislumbrado de progreso
al maquillar la faz de tu semblante sacro para teñir de púrpura tu cielo.
Quién escribirá la historia de la muerte al deambular sin rumbo sobre el viento
que azota sin piedad a tu lecho de espuma.
Progreso, te basta el mar, la monotonía del tiempo, la languidez del cielo y las aves
surcando tu silencio…
Te basta la gallardía del faro inmaculado y sereno, con la intrepidez del viento que revierte en sus vericuetos.
Te basta la irreverencia de un pueblo que pide a gritos: ¡¡Progreso!!
Al llorar verdades sobre tu suelo de asfalto negro,
pisoteada la blancura de tu piel costera
el ulular del viento que cada tarde surca
la inmensidad del mar y la impavidez del tiempo.
Las retinas del recuerdo distorsionan las imágenes
y a través de la tempestad brilla el reflejo de la luna sobre el mar,
el navío pesquero acoge con piedad a los luceros
y se ve surcar bandada de aves que al emigrar perdieron el camino del regreso.
En el apocalíptico rumbo de la humanidad fraguada en yerros,
se enreda tu historia entre sus dedos pretendiendo incinerar los triunfos justicieros
que edificaron tu nombre, escrito en el epitafio de un silencio: Progreso.


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