miércoles, 18 de febrero de 2015

ALBERTO ÁNGEL MONTOYA


 
 
Dos mujeres

 

Agua amarga de un mar cuya ribera
era el párpado azul. Qué cielo ido
de ese mar a otro mar, entristecido
de lágrimas también y azul ojera.

Yo las amé a las dos. La una era
triste y frágil y pálida de olvido.
Y la otra... ¿la otra?... hubiera sido
-si sido hubiese- igual a la primera.

¿Qué misterio de amor será este vano
ambicionar el fruto no caído,
cuando se tiene el fruto entre la mano?

Y soñar en un cielo descendido,
soñándolo lejano, y tan cercano
de una mar a otra mar el cielo ido.

 

 

 

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