Fiereza acuática
El
guerrero hiende el agua con su espada como una gran libélula que ameriza y no
puede volver a levantar su vuelo parecido al nupcial. Crea violáceas
salpicaduras que recaen con lancinante elegancia sobre la superficie dúctil del
charco
Tienes un felino en
la garganta: sabe nadar, es criatura anfibia. ¿Cómo se llama la habilidad de
habitar a la vez el agua y el fuego, como es anfibio él que sabe morar en
tierra firme y no firme? Nadie le ha puesto adjetivo, si te conociera nacería
la necesidad de ese vocablo nuevo. Al felino, le pondremos tigre. Sus bigotes
te sirven de cuerdas vocales. Guarda los embriones de felix pardo en la voz, la
voz escrita de los versos. Atraviesa los aros de fuego que le tiendes como
pájaro en desplome.
La cólera mueve las
manecillas de tu reloj, tu clepsidra, tu calendario de números, boca abajo, al
revés como los peces del último poema, el tictac de las aves que golpean contra
los muros invisibles que constelan el aire.
Las lágrimas son
igual de saladas que el mar, un mar muerto donde flotaría tu alma como nenúfar
recién florecido con una boca de varios labios de terciopelo blanco.
De: “Si acaso hubiera”
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