viernes, 18 de noviembre de 2022

CÉSAR TRUJILLO

  

 

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Antes de perder el cabello tenía la barba abundante con un bigote dorado como la luz del sol. En sus ojos cabía el Báltico y el vaivén de sus olas. Las gaviotas de Ross descansaban en sus arqueadas cejas y de su torso se desgarraba un tigre impreso con las fauces abiertas. No recuerdo el tiempo, pero se convirtió en un ser desdentado, con las alas marchitas y una herida como si tuviera el sol aprisionando su pecho.

 

De: “Al amor también lo devoró la luz”

 

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