miércoles, 7 de octubre de 2020

MANUEL MAGALLANES

   

 

Nadie ve, ni tú misma...



Como el rayo de sol que envuelve al árbol
y que hace florecer todas sus ramas;
como la onda de agua cristalina
que da al rugoso tronco fresca savia,
así en redor de mí, como un divino
efluvio que hace florecer mi alma,
así como la onda cristalina,
dándome un vigor nuevo estás, mi amada.

Como la flor su aroma, como el rayo
de sol su aura ardiente, como el agua
su frescura vital, así te llevo
conmigo, así de mí nunca te apartas.
Ante mi vista erguida te hallo siempre,
siempre estás al final de mis miradas:
te ven mis ojos cuando estoy despierto,
y si dormido estoy te ve mi alma.

Aunque nunca se unieron nuestras bocas
y nunca nuestros brazos en guirnalda
de amor entrelazáronse mis labios
están sobre tu boca perfumada
continuamente. Nadie, ni tú misma,
nadie ve con qué dulce, con qué blanda
suavidad van mis labios oprimiendo
tu boca tan pequeña y tan amada...

Nadie ve, nadie ve cómo rodean
mis brazos tu cintura delicada;
cómo mi cuerpo roza el cuerpo tuyo,
cómo te estrecho a mí, cómo te palpan
mis manos temblorosas. Nadie advierte
cómo, ávido de ti, caigo a tus plantas!
Nadie ve, ni tú misma, que te adoro
con toda la ternura de mi alma...

 

 

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