Me han contado a Europa
Me han
contado a Europa.
Una y otra vez los buenos peregrinos
la sustraen de la noche nevada.
Mis querdos indianos
entre cenas frugales y tazas de café amargo
la deslizan ante mí
dibujada en una servilleta
allá en París o Rotterdam
o en la Praga antigua.
Ellos vieron al Giotto de mi alma
y al enorme jayán de Brunelleschi
contra el cielo de la sin par Florencia.
Europa ya me sabe a café amargo
y a comidas frugales.
Confieso tener un mapa de Pompeya
y una foto autografiada de Harold Lloyd
que me parece fiable.
Muchas veces, durante muchos años
me contaron a Europa
mientras las cariátides perdían mansamente
las narices.
Una y otra vez los buenos peregrinos
la sustraen de la noche nevada.
Mis querdos indianos
entre cenas frugales y tazas de café amargo
la deslizan ante mí
dibujada en una servilleta
allá en París o Rotterdam
o en la Praga antigua.
Ellos vieron al Giotto de mi alma
y al enorme jayán de Brunelleschi
contra el cielo de la sin par Florencia.
Europa ya me sabe a café amargo
y a comidas frugales.
Confieso tener un mapa de Pompeya
y una foto autografiada de Harold Lloyd
que me parece fiable.
Muchas veces, durante muchos años
me contaron a Europa
mientras las cariátides perdían mansamente
las narices.
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