A R. B.
El
noble deleite que es el padre de la idea; el fuerte
Aguijón,
vivo y lancinante como la llama del soplete,
Alienta
una vez y, extinguido apenas sobrevino,
Hace
empero de la mente la madre del canto inmortal.
Nueve
meses entonces; no, años, nueve largos años
Dentro
de sí ella crece, lleva, cuida y acopia el mismo:
Viuda
de una visión perdida vive, con propósito
Ya
sabido y mano que ya trabaja sin nunca errar.
Dulce fuego progenitor de musa, mi alma
esto precisa;
Quiero
el único arrebato de una inspiración.
Si
entonces tú en mis tardas líneas extrañas
El
vaivén, la crecida, el gorjeo, la creación,
Mi
mundo de invierno, que apenas respira esa dicha
Ahora,
te entrega, con unos suspiros, nuestra explicación.
22 de abril de 1889
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