lunes, 3 de agosto de 2015

CÉSAR VALLEJO


 

Para el alma imposible de mi amada

 

Amada: no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
             Quédate en la hostia,
             ciega e impalpable,
             como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más
por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor!
             Quédate en el seso,
             y en el mito inmenso
             de mi corazón!

Es la fe, la fragua donde yo quemé
el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir.
              Quédate en la eterna
              nebulosa, ahí,
en la multicencia de un dulce no ser.

Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción de amor,
              deja que me azote,
              como un pecador.

 

 

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