Una
quimera
Te amé entre la letra negra de átomos iracundos.
En el instante fugaz de un encuentro azaroso.
En la embriaguez de un corazón transfigurado
por resplandores marchitos.
En la tormenta estival de amores desechos.
En la ruptura del otoño imaginando tus orgasmos.
Cuando ofrendé mis ríos tenebrosos desde este cuerpo frágil.
Al presentir la despedida de una vida en ruinas
sobre mis fatigadas vértebras y
enmascarada con la violencia de una pasión salvaje.
Aquellos jacarandáes de nuestro jardín en celo
cubrieron nuestros cuerpos con su sangre y se unieron reflejados
como mantas de colores, tejidas hace mucho tiempo.
Yo sé que tú imploras la caricia
con la conciencia despierta de nuestra América,
donde se yerguen ufanas las ciudades perdidas.
Te sigo amando porque me llamas a gritos
En tus noches sin estrellas y en tus soles patriarcales.
Porque dejaste la tierra áspera
inundada de semen esperanzado.
En el instante fugaz de un encuentro azaroso.
En la embriaguez de un corazón transfigurado
por resplandores marchitos.
En la tormenta estival de amores desechos.
En la ruptura del otoño imaginando tus orgasmos.
Cuando ofrendé mis ríos tenebrosos desde este cuerpo frágil.
Al presentir la despedida de una vida en ruinas
sobre mis fatigadas vértebras y
enmascarada con la violencia de una pasión salvaje.
Aquellos jacarandáes de nuestro jardín en celo
cubrieron nuestros cuerpos con su sangre y se unieron reflejados
como mantas de colores, tejidas hace mucho tiempo.
Yo sé que tú imploras la caricia
con la conciencia despierta de nuestra América,
donde se yerguen ufanas las ciudades perdidas.
Te sigo amando porque me llamas a gritos
En tus noches sin estrellas y en tus soles patriarcales.
Porque dejaste la tierra áspera
inundada de semen esperanzado.
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