Luxemburgo, 1939
Esa mañana de Luxemburgo, ese otoño de Luxemburgo,
como pasaba y repasaba mi juventud
Sin vagabundos, sin aguas, sin barcos sobre las aguas, sin
niños, sin flores.
¡Ah! las flores de septiembre y los gritos curtidos de los
niños que desafiaban el invierno próximo.
Sólo dos viejos "chiquillos" que ensayan a jugar al tenis.
Esa mañana de otoño sin niños — ¡cerrado teatro de los
niños!
Ese Luxemburgo donde no encuentro más mi juventud, los
años frescos como el césped.
Vencidos mis sueños, desesperadamente, mis camaradas
¿es posible?
Helos aquí que caen como las hojas sobre las hojas,
decrepitud herida de muerte, pisoteada, toda sangrante
de sangre
Que se recoge sin saber para qué fosa común
No reconocí ya ese Luxemburgo, a esos soldados que
montan guardia.
Se instalan los cañones para proteger la retirada rumiante
de los Senadores
Se cavan las trincheras bajo el banco donde tomo la dulzura
que surge de los labios.
Este letrero ¡ah! sí, ¡peligrosa juventud!...
Veo caer las hojas en los refugios, en las fosas, en las
trincheras por donde serpentea la sangre de una
generación
La Europa que entierra la levadura de las naciones y la
esperanza de las nuevas razas.
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