Divina psiquis
¡Divina
Psiquis, dulce mariposa invisible
Que desde los abismos has venido a ser todo
Lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
Forma la chispa sacra de la estatua de lodo!
Que desde los abismos has venido a ser todo
Lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
Forma la chispa sacra de la estatua de lodo!
Te
asomas por mis ojos a la luz de la tierra
Y prisionera vives en mí de extraño deseo;
Te reducen a esclava mis sentidos en guerra
Y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
Y prisionera vives en mí de extraño deseo;
Te reducen a esclava mis sentidos en guerra
Y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
Sabia
de la lujuria que sabe antiguas ciencias,
Te sacudes a veces entre imposibles muros,
Y más allá de todas las vulgares conciencias
Exploras los recodos más terribles y obscuros.
Te sacudes a veces entre imposibles muros,
Y más allá de todas las vulgares conciencias
Exploras los recodos más terribles y obscuros.
Y
encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
Bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
Que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.
Bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
Que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.
A
Juan virgen y a Pablo militar y violento,
A Juan que nunca supo del supremo contacto;
A Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
Y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.
A Juan que nunca supo del supremo contacto;
A Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
Y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.
Entre
la catedral y las ruinas paganas
Vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!
-Como decía
Aquel celeste Edgardo,
Que entró en el paraíso entre un son de campanas
Y un perfume de nardo-,
Entre la catedral
Y las paganas ruinas
Repartes tus dos alas de cristal,
Tus dos alas divinas.
Y de la flor
Que el ruiseñor
Canta en su griego antiguo, de la rosa,
Vuelas, ¡oh, mariposa!,
A posarte en un clavo de nuestro Señor
Vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!
-Como decía
Aquel celeste Edgardo,
Que entró en el paraíso entre un son de campanas
Y un perfume de nardo-,
Entre la catedral
Y las paganas ruinas
Repartes tus dos alas de cristal,
Tus dos alas divinas.
Y de la flor
Que el ruiseñor
Canta en su griego antiguo, de la rosa,
Vuelas, ¡oh, mariposa!,
A posarte en un clavo de nuestro Señor
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